viernes, 5 de abril de 2013

Supermassive Black Hole - Capítulo 1.

Me desperté más temprano que de costumbre, no sé bien por qué. Quizás porque era el primer día de universidad y estaba nerviosa, más que nada porque no conocería a nadie allí; todos mis amigos habían elegido otras universidades para estudiar y yo escogí la de Exeter.

Definitivamente salí de la cama y me dirigí al baño para darme una ducha rápida. Me vestí: unos vaqueros, camisa y Converse negras. Cuando bajé al comedor el desayuno ya estaba listo. La mesa estaba llena de dulces, galletitas, tostadas, una jarra de zumo de naranja recién hecho y dos tazas de café. "Mamá, sabes que soy incapaz de comerme todo esto, ¿no?". "Emily, necesitas fuerzas para tu primer día" me respondió mi madre quitándose el delantal y colocando unas servilletas en la mesa. Mi madre es la típica madre sobreprotectora que sigue mimando a sus hijos aunque tengan 19 años, como es mi caso. Y no podías discutir con ella si llenaba una mesa de comida riquísima, así que me dispuse a empezar por las tostadas. "Cielo, ¿has comprobado si lo llevas todo en la maleta?" preguntó mi padre, desde el pasillo. "Sí, papá, unas ciento cincuenta veces". Mis padres no ayudaban a que mis nervios se aplacasen, la verdad. Después de comerme un par de magdalenas y una taza de café, cogí la maleta, le di un beso y un abrazo a mi madre "Cariño, te vamos a echar de menos, que lo sepas... Estudia mucho y pásalo bien" dijo secándose una lagrimita que resbalaba por su mejilla. "Oh, vamos mamá, no te pongas así o me harás llorar a mi también" le dije rodeándola con mis brazos. "Ven aquí, papá" él se acercó y me besó en la frente. "Os quiero" me despedí sonriente mientras tomaba las llaves del coche y cerraba la puerta. Guardé la maleta en aquel viejo Ford y encendí el motor. Nevermind de Nirvana me acompañó durante el trayecto al campus.

Aparqué como pude cuando por fin encontré una plaza en aquel atestado parking. Cogí mi equipaje y me paré un momento para ver a lo que me enfrentaba. Había tanta gente yendo y viniendo de un sitio a otro, grupos de amigos sentados en el césped fumando, jugando a las cartas... Respiré hondo y caminé hacía el hall principal. Aquí había incluso más gente que fuera del edificio. Busqué el tablón de anuncios para ver qué habitación me había tocado: la 505. Saqué del bolsillo mi pequeño plano arrugado y me dispuse a encontrar mi cuarto.

Tras preguntarle a un par de personas por fin llegué a la que sería mi estancia ese curso. Abrí la puerta. No estaba mal: un salón decentemente amplio con televisión, un sofá y un sillón, una mesa y tres sillas en el comedor, la cocina bastante grande, un baño y... ¿dos habitaciones? No tenía ni idea de que compartiría habitación con otra persona... Espero que no sea un chico, espero que no sea un chico... repetía para mis adentros mientras desempaquetaba mis cosas. No quería tener un compañero que me viera con ojeras todas las mañanas, que se quejara cuando yo estuviera 'en esos días del mes' y todos esos rollos. No.

Suspiré cuando hube acabado de colocarlo todo: mis pósters detrás de la puerta y en la pared, mi ropa en el armario y mis cosas en el baño. Me rugió la barriga. Ahora es cuando te echo de menos, mamá. Yo, a diferencia de mi madre, tenía unas dotes nulas para la cocina, así que me preparé para almorzar algo fácil: pasta. Y quedé bastante satisfecha con el resultado. Me llevé el plato al salón y empecé a comer.

Estaba deleitándome de aquel sabroso manjar (aunque esté mal que yo lo diga), cuando oí que se abría la puerta y giré la cabeza para ver quién era. Un chico muy delgado y no muy alto cruzó el umbral. Tenía el pelo liso y negro, las facciones de la cara muy marcadas y los ojos más azules que he visto en la vida. Algo me hacía no poder apartar la vista de él. El ruido que hizo el tenedor al caer al suelo me sacó de mi ensimismamiento.

El muchacho lo recogió por mi. Parpadeé dos veces para bajar a la tierra. "Toma" me dijo dándome el cubierto. "Supongo que tu eres mi compañera. Por cierto, yo soy Matt" dijo con una sonrisa que me dejó ver que tenía un diente algo torcido, pero que no hacía que fuera menos bello. Tomé el tenedor y al rozar sus dedos con los míos un escalofrío me recorrió el estómago. Tragué saliva. "Yo soy Emily" le dije sin dejar de mirarle a los ojos. "Podrías haberte esperado para comer y así disfrutábamos de un almuerzo juntos, que podríamos aprovechar para conocernos, ¿no?" me dijo mientras dejaba la maleta en su habitación. "N-no tenía ni idea de que iba a tener un compañero y menos de cuándo iba a llegar... Lo siento" me disculpé como pude y sentí que mis mejillas se enrojecían. "Es broma, tonta, no te lo tomes tan en serio" respondió tirándose al sofá de espaldas, como si estuviera en su casa. ¿Qué confianzas se estaba tomando? ¿Me había llamado 'tonta'?, ni que me conociera de toda la vida. Seguí comiendo mi plato de espaguetis sin ni siquiera mirarle, porque ya estaba lo suficientemente nerviosa con su presencia en el cuarto. "¿Y qué estudias?" esa pregunta me pilló por sorpresa y me atraganté con la comida. Empecé a toser y a sonrojarme. "Eh, eh, oye, ¿estás bien?" se levantó de sofá y se acercó a la mesa. "S-sí..." dije tras darle un sorbo al vaso de agua. "Oye, sé que no te agradará la idea de vivir conmigo porque pensabas que ibas a estar sola. Siento haberme comportado así antes. Supongo que necesitas tu espacio y tu tiempo para que nos llevemos bien... Porque me gustaría llevarme bien contigo" me dijo serio y clavando su mirada en mi. " No, no es eso. Es solo que... Bah, déjalo" conseguí decir. "No, venga, dímelo" me suplicó. "Es que me has... sorprendido" conseguí mirarle a los ojos sin sonrojarme. "¿Y eso es bueno?" preguntó. "Sí. Supongo..." me levanté y llevé el plato al fregadero. "Por cierto, estudio Finanzas" -le dije desde la cocina- "¿Y tú?". "Yo estudio Bellas Artes. Es mi segundo año". "Ah, ¿entonces tienes 20?" pregunté curiosa. "Exacto" contestó él. "¿Ves? Ya nos estamos conociendo" dijo riéndose; y yo le seguí. "Además presiento que nos vamos a llevar muy bien" y me guiñó un ojo. Mis mejillas volvieron a tornarse de rojo inmediatamente. Ojala, Matt. Ojalá, dije para mis adentros.

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