La luz del sol que entraba por la ventana iluminaba toda mi habitación. Cuando abrí los ojos lo primero que hice fue mirar el reloj: 11:35. Él ya debía de estar en clase. Míralo por el lado bueno, así no te ve con la cara de muerta de todas las mañanas. Eso no era suficiente consuelo para mi.
Resignada me levanté de la cama y fui a la cocina a prepararme el desayuno. Cogí un bol y lo llené de leche y cereales. Me lo llevé al salón y me senté a comérmelo en el sofá.
Encendí la tele. No... No... Esto tampoco... Mierda... Más mierda... "¡Este sábado batalla de bandas en Teignmouth..." -Eh, espera- "...contaremos con la presencia de Muse..." me quedé mirando a uno de los chicos que acaba de aparecer en el televisor. Era Matt, estaba segura de que era él. O sea que su banda se llamaba Muse...
Oí abrirse la puerta principal. "Buenos días" -dijo Matt mientras entraba. Miró su reloj- "Más bien tardes ya" soltó la mochila en una silla. Dios, había llegado antes de lo que me esperaba y yo ni me había peinado, vestido decentemente o lavado la cara. "¿Qué haces aquí? ¿No tenías clases?" le pregunte arreglándome un poco el pelo tan rápido como pude. "Sí, pero los viernes solo tengo hasta las 12:00" se sentó junto a mi en el sofá. "Acabo de verte en la tele" le dije como si de un famoso se tratase. "¿Ah sí?" parecía sorprendido. "Sí, en el canal de la tele local anunciaban la batalla de bandas y acabo de enterarme de que la tuya se llama Muse". "Así es. Vendrás, ¿no?" se le veía emocionado. "Sí, tengo ganas de ver cómo tocáis" le contesté sincera. "Genial" dijo con una sonrisa de oreja a oreja. "¿Te apetecería que cenásemos antes del concierto?". ¿Qué? ¿Me estaba pidiendo salir? "Tranquila, será algo informal" ese gesto risueño aún permanecía en su cara. "Eh... No sé si..." tenía que pensármelo, apenas le conocía y me había pedido que cenásemos juntos... Aunque teniendo en cuenta que era mi compañero de piso y que podría cenar con él todos los días, no parecía tan raro. "Bueno, está bien" accedí al final. La verdad es que tenía muchas ganas. Y miedo. También tenía miedo.
Empecé a sentirme incómoda con su presencia y me levanté del sofá para ir a mi cuarto. ¿En qué te estás metiendo, Emily?
Cerré la puerta y no me moví un paso; me quedé apoyada con la cabeza hacia atrás y empecé a deslizarme hacia abajo. Acabé sentada en el suelo.
Estar con este chico, aunque solo sean 5 minutos, agota. Agota mental y psicológicamente. Es tan superior a mis fuerzas... Hace que tenga que contenerme... algo... No sé bien el qué.
Apenas 24 horas después de conocerlo no podía dejar de pensar en él. En sus ojos, ¡esos ojos!, en su sonrisita traviesa, en esas pintas desenfadadas que daban la sensación de que nada era demasiado importante... Matt hacía que me olvidara del resto del universo cuando estaba con él, y eso me encantaba.
El póster de Pink Floyd que tenía sobre mi cabeza se me cayó encima. Empecé a frustrarme horriblemente por toda la situación general y llegué a la conclusión de que necesitaba distraerme como fuera, y no había nadie mejor para conseguir eso que Charlotte Nesbitt.
Conozco a Charlotte desde que tengo uso de razón. Pasamos toda la primaria y la secundaria juntas y jamás, jamás, nos peleamos ni una sola vez. Ella era la típica chica perfecta con la que todo chico querría estar. Era alta, delgadita y con curvas, unos pechos no muy voluminosos, cabello largo y ondulado de color miel y ojos grises-azulados.
Charlotte me enseñó cómo gustar a los chicos (aunque nunca llevé esos 'trucos' a la práctica), cómo defenderme de los insultos de las tías populares de la escuela, qué debía y no debía decir para parecer guay... Ese tipo de cosas que aprendes de tu mejor amiga. En definitiva, me enseñó a madurar.
Se le daban especialmente bien los deportes, por lo que en las clases de gimnasia siempre la escogía a ella de pareja. Recuerdo una vez en la que teníamos que hacer un baile por parejas y me obligó a hacer de chico porque quiso tener más nota que yo, pero no me importó. Aunque dónde más destacaba era en matemáticas. Nunca sacó menos de un 8'5 en un examen de esa asignatura. Supongo que por eso decidió estudiar esa carrera. Ella no empezaba las clases hasta dentro de dos semanas, así que aún seguía en la ciudad.
Cogí mi móvil y marqué su número. A los cinco segundos contestó: "¡Ah, Em, ya creía que te habías olvidado de mi!" su tono denotaba euforia, pero ella siempre era así de exagerada hablando. Y no hacía tanto que no la llamaba, de hecho hace una semana fue la última vez que la vi. "¿Cómo voy a olvidarme de ti? Sabes que sería imposible teniendo en cuenta lo pesada que eres" me reí. Y es que era verdad, Charlotte podía llegar a ser muy pesada. "Yo también te quiero, eh" dijo fingiendo haberse ofendido por mi comentario, pero acto seguido empezó a reír conmigo. "Ay, bueno, te llamaba por si querías almorzar conmigo hoy, ya que todavía sigues en Devon, si no me equivoco". "Sí, aún estoy aquí y sí, me encantaría almorzar contigo. No sé ni para qué preguntas, podrías haberme recogido y punto, sabes que iría contigo" me encantaba lo espontánea que era. Yo siempre había querido tener esa virtud y no ser tan tímida. "Vale, vale" -reí- "¿Te recojo a eso de las dos?". "Perfecto" -contestó ella- "Ponte guapa para mi" no la estaba viendo, pero sabía que en el momento en que me dijo eso guiñó un ojo. Simplemente lo sabía. "Lo intentaré" -era muy difícil parecer una belleza al lado de Charlotte- "Bueno, luego nos vemos" me despedí. "Sí, hasta luego" y colgué.
Que me pusiera guapa, dice... Eso era bastante complicado en mi, teniendo en cuenta que yo era una chica bastante (por no decir demasiado) normal, y que mi ropa se parecía más a la de un chico que a la de una chica. De hecho creo que más de la mitad de mis camisetas son de la sección de hombre. Apenas tengo un vestido, el que llevé en mi graduación, y no hablemos de zapatos de tacón, porque en mi armario de eso no existe.
Acabé por escoger una minifalda vaquera, una camiseta de tirantes de color lila y unas sandalias. Eso era lo más '"elegante" que podía ir. Y me dirigí al baño para darme una ducha.
Matt ya no estaba en el salón y la puerta de su habitación estaba cerrada, por lo que estaría ahí dentro. Suspiré de alivio, ya que no quería encontrármelo y tener que hablar con él, volver a sentirme incomoda y darme de cabezazos contra la puerta de mi cuarto.
Una vez duchada me vestí, cogí las llaves de mi coche y me largué de allí. No sé si tendría que haberle dicho a Matt que me iba, pero aún así no lo hice.
Aparqué frente a la casa de Charlotte y toqué la bocina. Su casa bastante grande aunque ella solo vivía con su madre, porque sus padres se separaron cuando tenía 11 años. No le gustaba hablar de ello así que yo nunca sacaba el tema.
Aquella puerta blanca se abrió y apareció Charlotte, tan radiante como siempre. Llevaba un vestido de gasa blanco, muy veraniego a pesar de que estábamos a mediados de septiembre, y unas sandalias atadas a los tobillos con un lacito. La verdad es que me daba mucha envidia que fuera tan perfecta, pero no era de esa envidia mala, si no del otro tipo, de esa que hace que sientas admiración por alguien, más bien.
Abrió la puerta del coche y se sentó en el asiento del copiloto. Puso una emisora de radio donde daban música Pop. Siempre lo hacía cuando se subía en mi coche. En ese aspecto no me gustaría ser como ella; he de reconocer que mi gusto musical era mejor que el suyo.
La miré y las dos dijimos al unísono "¿Al McDonalds?" y nos empezamos a reír a carcajadas. A pesar de que ella era una chica relativamente sofisticada, le encantaba comer ese tipo de comida basura; y a mi, ni que decir tengo, también. Arranqué el coche de nuevo y nos dirigimos hacía el burguer.
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