viernes, 10 de mayo de 2013

Supermassive Black Hole - Capítulo 7.


Matt se fue despegando de mi poco a poco. ¿Por qué no podía ser eterno aquel momento? Nos quedamos mirándonos el uno al otro, sin decir nada, simplemente observándonos, y yo me perdí en el azul de sus ojos. Emily, para. "Creo va siendo hora de que me vaya a dormir" dije, no muy convencida. "¿No vas a cenar?" este hombre era peor que mi madre. "No tengo mucha hambre..." contesté yo. "No te muevas" me ordenó.
Yo, confusa, me quedé sentada en la cama viendo como el se marchaba y a los cinco minutos volvía con un sandwich de pavo y un zumo de mango. "¿Pero qué...?" balbuceé al ver aquello. "Toma" me ofreció el plato con la comida. "¿Por qué lo has hecho? No hacía falta..." -aunque la verdad es que tenía muy buena pinta- "Por cierto, muchas gracias". "No hay de qué" y se sentó de nuevo a mi lado viendo como devoraba el emparedado que había preparado. Cuando me lo hube terminado, junto con el zumo, le volví a dar las gracias. 
La intensidad de las acciones nobles que Matt hacía mi se aceleraba a un ritmo de vértigo. El universo definitivamente no estaba a favor de que dejara de sentir algo por este chico. 
"Ahora ya puedes dormir" declaró con una sonrisa triunfante. "Creí que nunca me ibas a dejar" dije con un poco de ironía. "Pero qué tonta" replicó sacudiéndome el pelo. Odiaba que me hicieran eso. "No me llames así" mi tono ahora era serio. "Oh, no sabía que te molestaba. Perdona" se disculpó sincero. "No importa, es solo que no me gusta" aclaré. "De acuerdo. Pues, buenas noches, Emily" una sonrisa volvió a aparecer en su cara. "Puedes llamarme 'Em', si quieres" ¿Qué? ¿Por qué le había dicho eso? 'Em' solo me llamaba la gente con la que tenía verdadera confianza. "Buenas noches, Em" reiteró; acercó mi cabeza para darme un beso en la frente y se levantó. Un beso en la frente. Como a los niños pequeños... ¿Me verá como a una niña pequeña?
Cuando Matt estaba a punto de salir por la puerta le dije finalmente "Buenas noches, Matt". Este se giró dedicándome una sonrisa que dejaba ver su gracioso dientecito y cerró la puerta. 
Me puse el pijama y caí de espaldas a la cama soltando un largo suspiro. Me metí entre las sábanas y cerré los ojos por fin.


Cuando me desperté aún era muy temprano. Odiaba levantarme temprano cuando podía pasarme la mañana durmiendo sin hacer nada. Sí, sé que tengo una mentalidad muy poco productiva, ¿pero qué hay mejor que estar en la cama?
Me negué a salir de allí al principio, pero luego de estar un tiempo dando vueltas sin poder volver a recuperar el sueño desistí y me marché al baño a darme una ducha.
Tras vestirme con algo para andar por casa, unos pantalones de chándal y una sudadera enorme (viva la sensualidad), me dispuse a prepararme el desayuno. Entonces tuve una idea: iba a devolverle el favor de ayer a Matt.
Abrí despacito la puerta de su habitación y miré por el hueco de la puerta. Todavía estaba durmiendo. Se le veía tan indefenso y adorable acurrucado en la cama, con sus dulces ojitos cerrados... Perfecto. Me fui para la cocina, abrí la nevera y cogí huevos, azúcar, leche y harina.

Después de un rato trabajando duramente conseguí lo que quería: una cantidad considerable de tortitas que, la verdad, tenían muy buena pinta. Quizás mis habilidades culinarias estuvieran mejorando; o tal vez era porque sabía que serían para Matt.
Rocié las tortitas con caramelo líquido, hice un par de tazas de café, me bebí la mía, y coloqué el plato de tortitas con la otra taza en una bandeja.
Llamé a la puerta del cuarto de Matt. No obtuve respuesta, por lo que decidí entrar. Estaba oscuro; apenas entraban unos rallitos de sol por la persiana y Matt seguía profundamente dormido. Dejé la bandeja en la mesita de noche, me senté al borde de su cama y me acerqué a él.
La piel de su cara parecía tan suave que daban ganas de acariciarle; sus pestañas, sus pómulos, su nariz, su barbilla... Era indescriptiblemente bello. Respiraba relajadamente y tenía los labios entreabiertos. Se me pasó una cosa por la mente. Fui aproximándome lentamente a su cara, hasta estar tan cerca que podía sentir su aliento en mi boca. Se me cortó la respiración por un instante. Entonces abrió los ojos de repente.
Me quedé petrificada, al igual que él. Me retiré rápidamente y volví a mi posición original. "Bu-buenos días" farfullé. Mi compañero se desperezó y bostezó un par de veces antes de decirme "Buenos días, Emily" acompañado de una preciosa sonrisa. "Te he preparado el desayuno, para compensarte lo de ayer..." dije mirando al suelo nerviosa y señalando la bandeja que había dejado al lado de la cama antes de que a él se le pasara por la cabeza preguntarme qué hacía hace cinco segundos con mi boca a dos centímetros de la suya. El giró la cabeza para ver a lo que me refería y se quedó asombrado cuando descubrió aquel plato lleno de tortitas. "Dios mío, Emily, así quien tendría que compensarte sería yo, pero por haber hecho tu esto". "No, lo he hecho porque me ha apetecido" -aclaré- "Y ahora come, por favor, o se enfriarán" y le ofrecí la taza de café. El se incorporó quedando sentado en la cama, pero aún metido entre las sábanas y yo le puse la bandeja en su regazo. "Ah, ¿pero no vas a darme de comer tú?" bromeó. Siguiéndole la gracia, corté un trozo de tortita con el tenedor y se lo acerqué a la boca, este la abrió y cuando estaba a punto de darle un bocado, se lo retiré y me lo comí yo mientras me reía. El me siguió. "Qué graciosilla te has levantado hoy, ¿no?", le dio un sorbo al café y tomó un trozó de tortita. Cerró los ojos poniendo clara de placer. "¡Mmmm... madre mía, están riquísimas!" exclamó. "Anda ya, si soy una pésima cocinera" le negué humildemente. "Pues hoy te ha venido la inspiración o algo porque esto está realmente bueno" cogió otro trozo y se lo metió en la boca. "Muchas gracias" respondí, y, para variar, toda la sangre de mi cuerpo volvió a concentrarse en las mejillas.

Matt se zampó todo aquello en un abrir y cerrar de ojos y yo me limitaba a mirar cómo lo hacía. Cuando terminó se ofreció a lavar los platos. Yo acepté porque lo veía justo, aparte, la tarea de la casa que más odiaba hacer era lavar los platos. Salió de la cama y se llevó las cosas para la cocina. Hasta con ese aspecto de recién levantado estaba genial, con el pelo despeinado, ojeras y voz ronca. No me importaría nada ver eso todas las mañanas.
Ambos salimos de la habitación, pero yo me fui directamente a la mía, sin decir nada. Ya había hecho la buena acción del día y con eso era suficiente; no podía permitirme relacionarme y ser demasiado amable con él porque sabía que así las cosas por mi mente no mejorarían para nada.

Sábado por la mañana, ¿qué podía hacer? Uno de mis problemas (si es que se le puede llamar así) era que, como no se me daba bien nada, ni dibujaba bien, ni tocaba ningún instrumento, ni era buena en algún deporte... no tenía hobbies y me aburría exageradamente durante estos días en los qué no sabes cómo matar el tiempo.
Después de cavilar un rato opté por mirar en una caja de libros que había traído con mis cosas. Si había una cosa que me gustara hacer de verdad, esa era leer. Crimen y castigo, La metamorfosis, 1984... Y El guardián entre el centeno. Escogí ese último. Me lo mandaron leer hace un par de años en clase de literatura y, antes de acabarlo, ya sabía que iba a convertirse en mi libro favorito, y así fue.

Es que Holden era tan... yo. Ambos tenemos miedo a crecer, dejar atrás ese mundo de la infancia sin preocupaciones y adentrarnos en el mundo adulto, donde tenemos que tomar nuestras propias decisiones.
Sí, yo tenía 19 años, pero mi mentalidad se quedó estancada en los 16, creo yo; y, la verdad, no me importaba. Prefería ser así antes que una persona aburrida, seria y madura. Ya maduraría cuando tuviese que madurar, de eso se encargaría la vida por si sola.
Absorta estaba yo filosofando sobre estos temas cuando Matt entró a mi habitación sin ni siquiera llamar, pero no me molestó esta vez. "Venía a decirte que me voy a ensayar para lo de esta noche y que volveré para la hora de cenar. Hasta luego" dijo muy risueño. Y tan pronto como entró, se fue; no me dio tiempo ni a despedirme. Supongo que llegaría tarde, tendría prisa, o algo.
"Volveré para la hora de cenar" Cenar... cenar... cena... ¡mierda, la cena! ¡Era esta noche!

2 comentarios:

  1. Me tienes enganchadisima a la historia!! escribe mas!! quiero leer como continua!!

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  2. Haz maaaaas!!!! <3
    Y del belldom tambien plss

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